Lloa te atrapa
Lloa está ubicada al suroccidente de Quito y la habitan unas dos mil personas. Tiene una extensión de 547,25 km².
Vivir en un valle andino a 3100 metros sobre el nivel del mar tiene sus ventajas, a más de todos los beneficios que implica compartir a diario con la naturaleza. Atrás quedaron esos días de bulla intensa, de contaminación ambiental, de paisajes de cemento propios de la urbe. Eso que vivo en Quito, una de las ciudades más lindas de Sudamérica.
Alejarse del corre corre da los respiros necesarios que nos ayudan a reflexionar, crear o simplemente pensar en la inmortalidad del cangrejo. Hay tiempo de sobra, si parece que el día tuviera un par de horas más.
Los primeros rayos de sol que entran por la ventana brindan una energía incomparable. Abrir los ojos y ver el verdor de las montañas, las vacas pastando en las haciendas vecinas y las aves de corral de la vivienda contigua, eso es de otro nivel. Incluso el café de la mañana, tiene un sabor especial.
Descubrir el pueblito junto a mi cánido amigo Háster, saludar con los pocos vecinos que deambulan por las calles de adoquín, comprar el pan caliente de la única panadería de la zona, ir por los huevos de campo o por los quesos que producen hábiles artesanos, o visitar las tiendas y comercio, es el día a día. La mayoría de los habitantes de la parroquia inician sus labores a las 04:00: Van al ordeño o a cuidar sus cultivos o se preparan para ir a trabajar en la gran ciudad.
A la hora del almuerzo hay dos restaurantes muy buenos y los costos: regalado para la calidad de alimentos: $2,50 por almuerzo y se puede pedir un vaso de jugo extra gratis. En uno de los lugares, la comida es casera; en el otro, los cocineros son especializados. En cualquiera de los dos restaurantes, es para chuparse los dedos.
Si no tengo auto o las restricciones no permiten salir con tranquilidad, puedo tomar el bus. Cada media hora sale uno desde el parque central hacia La Mena 2. En 25 minutos he ido de parada a parada. El costo es de $ 0,50. El último, retorna a Lloa a las 19:00.
La tarde, eso es de locos. El entorno se vuelve mágico, frío, misterioso. Esto, gracias a la neblina. Ves aves revolotear en los jardines mientras el viento arremete contra las ventanas o susurra entre los árboles de las laderas cercanas.
Me olvidaba. A toda hora, si las condiciones climáticas lo permiten, se puede contemplar al Guagua Pichincha en su esplendor. Un gigante de 4 784 metros sobre el nivel del mar, uno de los volcanes activos que tenemos en Ecuador.
Sin darte cuenta está terminando el día. Tipo 20:00 el pueblo se detiene. Se guarda. Se apaga.
Visita Lloa… Vive la Aventura.
PD: Lo que te cuento pasa de lunes a viernes. El fin de semana, eso es otra cosa. Miles de turistas llegan hasta Lloa a disfrutar de su variada gastronomía, sus paraderos, senderos, cascadas, ríos… todo eso, te lo iré contando en las próximas entregas.
Adelante sin claudicar el turismo es el objetivo. Bien felicitaciones
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