Mis botas de caminante
En el bullicio de la ciudad, el tiempo se escapa como arena entre los dedos, el ritmo frenético deja poco espacio para la paz y el sosiego.
Pero en las montañas, el tiempo se detiene, el silencio se apodera y el alma encuentra refugio en la naturaleza, un refugio verdadero.
Mis botas de montaña, gastadas, curtidas y rotas, son testigos de mi viaje, de los senderos recorridos, de las cumbres alcanzadas, de la paz encontrada.
Cada huella en su suela cuenta una historia, un paso hacia la serenidad, un acercamiento a la esencia de la vida, a la conexión con la tierra.
En las montañas, el aire es puro -quizá demasiado-, el cielo es vasto y el corazón se expande, liberándose de la carga del pasado. El estrés se desvanece, la mente se aclara, el alma encuentra su equilibrio, su verdadero hogar.
Mis botas de montaña son más que un simple calzado, son un símbolo de mi búsqueda de paz, de mi conexión con la naturaleza.
Me recuerdan que en las montañas, puedo encontrarme a mí mismo y encontrar la paz que anhela mi corazón; al final en la vida todo es paso a paso