En San Juan hay un solo comedero
Una docena de pueblos casi fantasmas existen en la antigua vía que une a Quito con Santo Domingo de los Tsachilas, hoy conocida como ruta Chiriboga. Esta vía fue construida a pico y pala desde 1919 hasta 1942, año en que se inauguró; desde el centro de la capital hasta La Palma hay 96 kilómetros. En 1963, cuando se abrió la nueva carretera por Aloag, la ruta Chiriboga pasó al abandono y luego al olvido y de a poco sus poblaciones entraron en letargo; en la actualidad, la ruta se mantiene viva gracias a los campamentos de Petroecuador, encargados de transportar el crudo desde la amazonia, hasta la refinería en Esmeraldas.
En busca de desayuno, nos bajamos del auto en San Juan, el primer centro poblado de la ruta Chiriboga a las 11:00 de la mañana; el clima estaba templado, el frío aún no mordía, no había señales de garúa y el viento descansaba en lo alto de la montaña. Esta comunidad no es diferente a otras, un puñado de casas desalineadas son la orilla de una carretera de tercer orden, por la que apenas caminan perezosamente unos perros o algún lugareño en moto. Cuentan que entre semana, los días sin sol mantienen a todos en sus casas, nadie sale ni a comprar en la única tienda del pueblo.
Carmen quiere dedicarse al turismo
Presurosa, Carmen Palma nos empieza a servir un par de fritadas en platos desechables, mientras su hijo mayor fríe unos plátanos maduros. Ella cuenta que desde hace un año, cada semana viaja desde el Troje, al sur de Quito, hasta San Juan, a veces en el auto de su familia a veces pagando carrera. Con su esposo decidieron comprar una hectárea y media por algo más de siete mil dólares y construir su vivienda en San Juan.
La fritada tiene buen aroma, está acompañada de mote, papas y encurtido. Mientras Carmen deja los platos en la mesa, prosigue su relato, cuenta que en la zona no hay atractivos turísticos, a excepción de un par de sitios en los que se puede pescar y algunas cascadas ideales para paseos de a pie, por eso ella quiere ampliar su construcción y que los turistas lleguen a disfrutar de la naturaleza existente en toda la zona. Los ojos de Carmen se iluminan, puedo intuir que su anhelo se hará realidad, quizá no a corto plazo, pero que en un futuro no muy lejano esta población comprenderá que la tala y la ganadería no son la única manera de vivir.