Un fin de semana de buenas historias
El fin de semana pasado recibimos la visita de un grupo de amigos, quienes se animaron a subir al Guagua Pichincha, visitar las cascadas y mimar el paladar. También acamparon compartieron buenos momentos y dejaron salir algo de adrenalina haciendo rappel en nuestra resbaladera gigante.
Como toda aventura, inició con la idea de compartir nuevas experiencias. Se hicieron las averiguaciones, contactos y se presentó la sugerencia. El llamado fue bien recibido, más de una docena de familiares respondieron favorablemente al promotor del paseo. Ya con la lista de asistentes, se armó la logística: desde qué llevar, movilización, alimentación, hasta definir la cuota que correspondería a cada uno.
Ni bien salió el sol, los excursionistas llegaron a Lloa, desayunaron en La Cueva del Oso, a pocos metros del Parque Central y, apenas terminaron de alimentarse, emprendieron rumbo hacia al volcán situado a unos 14 kilómetros por un camino adoquinado, empedrado y de segundo orden, para el cual se requiere -por lo menos- un vehículo 4×2, .
Ya en el refugio, que está administrado por la comunidad del barrio San José desde hace menos de dos años, el grupo se dividió entre quienes irían hacia la cumbre y los que esperarían. El día estaba frío, pero los ánimos y la motivación estaban en alto. Ya en la cumbre, las fotos iban y venían sin importar que la neblina lo envolviera todo.
Aventura en Pueblito mío
Ya de regreso al Lloa, se realizaron las compras de insumos para lo que se convertiría en la merienda. Antes, unos aperitivos para amagar a la barriga mientras duraba el trayecto hacia el lugar de acampada y donde se prepararían las deliciosas carnes a la piedra.
En Pueblito mío, nuestro centro de operaciones, los aventureros se animaron a hacer rappel. Uno a uno se fueron lanzando. Entre risas y aplausos, todos disfrutaron de un buen resbalón. Antes de entrar la noche, se armaron las carpas, dispusieron las bolsas de dormir y se alistó el fogón, punto de encuentro que reunió a todos hasta altas horas de la noche. Entre café, cigarrillo y unas copas de vino, se apaciguó el frío.
Al otro día, todos se levantaron con los primeros rayos de sol. Luego de un desayuno nutritivo, se acomodaron las cosas, se alistaron los carros y se fueron hacia el sector de Palmira, para disfrutar de un recorrido por las cascadas. Risas y más risas fueron la tónica durante todo el sendero. También hubo momentos para disfrutar de los paisajes, escuchar historias y zambullirse en el agua.
De vuelta a Lloa, uno de los viajante sugirió visitar El Fogón de Mamá Enmita, donde se alimentaron antes de regresar a Quito llenos de nuevas historias y muy buenos recuerdos.