Yunguilla, un paraíso cerca de Calacalí
Ecuador esconde un sinfín de atractivos turísticos que se destacan por su belleza natural y el carisma de su gente, uno de esos rincones es Yunguilla.
A pocos metros del antiguo peaje de Calacalí, en la vía que conduce al noroccidente de Pichincha, hay un desvió pequeño, eso sí, bien señalizado, que nos muestra por dónde dirigirnos hacia Yunguilla.
Luego de unos 10 minutos de transitar por un camino sinuoso, se llega hasta la entrada del caserío de no más de cien viviendas, donde se levanta uno de los proyectos emblemáticos del turismo comunitario del Ecuador.
Germán Collahuazo nos da la bienvenida y nos invita a pasar al mirador que está detrás del restaurante que fue construido hace poco con los fondos que deja el turismo y que son reinvertidos con base a un programa anual.
En el espacios verde, Germán nos cuenta cómo 18 soñadores emprendedores iniciaron con el proyecto para cambiar las tierras agrícolas y ganaderas o de producción de carbón, por zonas de conservación ambiental.
Luego de más de tres décadas, hoy los fundadores del proyecto pueden ver sus frutos y cómo su idea les está permitiendo a sus hijos y nietos acceder a mejores condiciones de vida y oportunidades.
Terminada la charla -que dura por más de una hora- pasamos al comedor donde degustamos un choclo con queso, producidos en la zona. En Yunguilla también elaboran mermelada en una pequeña fábrica que es manejada por gente de la comunidad. Al momento son 46 familias beneficiadas.
La caminata comenzó después del refrigerio
Lizbeth Morales nos guió por los senderos, al tiempo que nos contó detalles del proyecto y cómo obtuvo un reconocimiento internacional por su iniciativa ambiental y de conservación.
Entre sus primeros clientes, hubo gente de Europa y Estados Unidos que pagaba en dólares, lo que antes de la dolarización era una millonada en nuestra economía. Esos contactos internacionales y la buena gestión permitió que el proyecto Yunguilla crezca con ayuda de fondos foráneos, gracias a los cuales han construido invernaderos, han mejorado su infraestructura, se han capacitado y mejorado sus condiciones de vida.
Paso a paso conocimos el espacio de alojamiento, las fábricas, los sembríos y constatamos la recuperación de la vegetación propia del bosque nublado que es característica del Chocó Andino.
También nos hicieron conocer la Casa de los Abuelos, un lugar en el que los pioneros de este proyecto cuentan sus costumbres, forma de vida y muestran cómo eran su vivienda antes de que el sueño despegara y les permitiera cambiar sus casas de piso de tierra por hermosas construcciones de ladrillo y teja.
Terminado el recorrido por los senderos, nos condujeron a una de las viviendas del sector, en la que se acogen a los visitantes. Esta cuenta con piscina y recámaras. Luego, fuimos hasta la tienda comunitaria donde accedimos a las mermeladas, helados y otras golosinas a precios módicos.
Sin darnos cuenta pasaron más de tres horas de aprendizajes y estábamos listos para el almuerzo: Una sopa de legumbres hirviendo, de esas que levantan el ánimo, acompañada por un delicioso tostado; seguido de un plato fuerte con ensalada y pollo asado; para finalizar, un postre de otro nivel: pastel de zanahoria con helado y otras delicias.
Todo acabo minutos después de la comida con una charla en el jardín de entrada al restaurante, donde nos motivaron a realizar las últimas preguntas para terminar una jornada llena de buenos momentos y experiencias enriquecedoras.
Pingback: Reforestación, una actividad prioritaria en el Ecuador – Pueblito Mío
Pingback: Un modelo que vale la pena implementar – Pueblito Mío